Guadalupe: el fraude más grande de la religión

Las Conclusiones de Joaquín Gracia Icazbalceta al arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos en 1,883 dice: De todo corazón quisiera yo que un milagro de la aparición tan honorífico para nuestra patria fuera cierto, pero no lo encuentro así; y estamos obligados a creer y pregonar y sostener los milagros verdaderos y falsos. Este y muchos sacerdotes más y expertos en este tema se ha pronunciado que la virgen de Guadalupe es una de los fraudes más grandes de la religión católica.

Lamentablemente esta estrategia no ha cambiado mucho. Hoy sigue siendo la misma que se usa para manipular a cualquier población, basta con un simple cuentaso divino y predicarles una bonita historia y ya. El pueblo entero está en tus manos y haces lo que quieres con ellos.

Es curioso que los escritores se hayan ocupado tanto en develar los misterios del poder y descubrir las miserias de las dictaduras, pero nunca hayan hecho nada por develar los fraudes urdidos por la Iglesia Católica y su dictadura de dos milenios sobre la mente de millones de personas. Solo unos cuantos como Dan Brown se han atrevido a sugerirlo tibiamente. Intentar poner al descubierto los fraudes de la Iglesia católica es lo más cercano a un acto suicida. Aunque hoy ya no se estile la hoguera ni exista el Santo Oficio, todavía quedan muchos recursos de coerción, intimidación y censura. Quienes se atreven a denunciar estas mentiras religiosas tiene garantizado el estigma de ser anti católico.

Sin embargo el fraude de la Virgen de Guadalupe es un secreto a voces. Muchos mexicanos se han ocupado de denunciarlo en todos los tiempos y por todos los medios, pero el cuento sigue creciendo. Se han ocultado pruebas, estudios y documentos diversos. Hasta han empezado a desaparecer las pruebas que se mantiene en los museos donde se exhibían estas pruebas. Lo que necesitamos definitivamente es un Wikileaks de asuntos religiosos. Pero esto nunca ocurrirá. Los secretos de la Iglesia Católica son los más seguros de la Tierra. Los embustes siguen creciendo a medida que se consagran las alucinaciones públicas y los delirios colectivos. El debate sobre el origen de la virgen de Guadalupe volvió a aparecer cuando Juan Pablo II, dentro de su exacerbada afición por generar santos, canonizó a Juan Diego, un personaje que jamás existió.

La Conquista de México fue una empresa muy dura para los españoles. Allá no la tuvieron tan fácil. Después de doblegar militarmente a los Mexicas, lo que seguía era doblegarlos mentalmente a través de fe Católica. Los Mexicas eran un pueblo que permanecía muy ligado a sus tradiciones y a su propia lengua. No fue nada fácil convertirlos a la religión católica. La historia empieza con el primer obispo de nueva España, Juan de Zumárraga, aunque este nunca narra absolutamente nada de lo que se le atribuye. Pese a que Zumárraga dejó cuatro obras doctrinales escritas, nunca dijo nada de la Virgen de Guadalupe. No hay un solo documento dejado por este obispo que se refiera a la supuesta historia que se le atribuye. Este cuento empezaría recién con el siguiente obispo, Alonso de Montúfar, quien en el afán de doblegar a los nativos y reemplazar sus tradiciones milenarias, les inventó una virgen pintada en un lienzo de cáñamo. Aunque nuevamente debemos advertir que Alonso de Montúfar tampoco dejó nada escrito, sino tan solo un lienzo pintado con una virgen.

La famosa pintura de la “Virgen de Guadalupe” fue ordenada por Fray Alonso de Montúfar, a un pintor nativo de nombre Marcos Cipac de Aquino en la década de 1,550. Esta aseveración se basa, en primer lugar, en que el propio manto está firmado por Marcos Aquino, a los ojos de cualquier buena lupa. Pero si esto no es suficiente, se conserva por escrito un sermón pronunciado el 8 de septiembre de 1,556 en la capilla de San José, a cargo de fray Francisco de Bustamante, provincial de la orden franciscana, ante el virrey, audiencia y vecinos principales de la ciudad de México, en la que el padre Bustamante critica al culto a la virgen y señala que la imagen fue pintada por el indio Marcos Cipac de Aquino. Los franciscanos se oponían rotundamente a toda forma de adoración de iconos. Este sermón sería la primera denuncia histórica del fraude que estaría por empezar un siglo después, cuando se inventó la historia en torno a la pintura.

La historia se montó precisamente alrededor del cerro del Tepeyac, lugar del culto indígena a la deidad Tonantzín (“nuestra venerada madre” en nahuatl). o Coatlicue (“señora de la falda de serpientes”). Era tan persistente este culto ancestral de los indígenas, que a Fray Alonso de Montúfar no se le ocurrió mejor idea que reemplazar su deidad por una virgen católica, para lo cual mandó pintar un lienzo con la virgen. Este lienzo está confeccionado básicamente de cáñamo y lino, fibras muy duraderas, como lo sabe cualquiera que haya tenido una prenda o un manto de estas fibras. No es un ayate, que es una tela hecha mayormente de fibra de maguey, de corta duración. Los tintes son los mismos que se empleaban en el siglo XVI, es decir, cochinilla, sulfato de calcio, hollín, etc. No es, como dicen los creyentes, un misterio para la ciencia. Incluso el manto ha pasado por numerosos procesos de restauración, contrariamente a lo que repiten los creyentes, quienes aseguran que se encuentra en “perfecto estado de conservación sin necesidad de cuidados y a pesar de que se mantuvo por siglos ante la intemperie”.

Para 1,895, la imagen estaba en tan mal estado, que la cambiaron a escondidas del público, encargándose de ello el Padre Plancarte. Para suplir el viejo cuadro se escogió uno que estaba en el convento de Capuchinas en la Ciudad de México, D.F. El diario “El Universal” del 3 de diciembre, de 1,895, contiene las declaraciones del Padre Plancarte acerca de las lamentables condiciones en que se hallaba la imagen. Lo curioso es que en dicha restauración decidieron“modernizarla” y le quitaron la corona que originalmente lucía la virgen. Hecho que fue denunciado por muchos observadores acuciosos, pero silenciado por la Iglesia. Incluso señalan que la fisonomía y el traje cambiaron de aspecto. Cuando Plancarte fue confrontado por las transformaciones, inicialmente negó que la Virgen haya tenido una corona, pero fue desmentido por las copias que ya existían. Entonces dijo lo más salomónico: desapareció por un milagro de la Virgen. Cosa que, desde luego, todos los creyentes creyeron ciegamente para que la mentira continué uno hacia otra.

El templo a la abuela Tonantzin o Coatlicue en el cerro del Tepeyac fue destruido por las huestes españolas, a la vez que destrozaron todos los altares para evitar su adoración. Sin embargo, la tradición indígena persistió, por lo que los franciscanos decidieron colocar una pequeña ermita. Con el tiempo, la intención de reemplazar los altares de adoración por una virgen pareció lo más sabio. Los españoles, y en particular Fray Alonso de Montúfar, consciente de la importancia que tenía el culto a Tonantzín o Coatlicue en el Tepeyac, mandó pintar la imagen de una virgen en la ermita, a fin de que los indígenas tuvieran algo visible para su adoración. La existencia de esta ermita está datada en 1,530. Se supone que la aparición de la Virgen de Guadalupe, según la historia oficial, habría ocurrido en 1,531. Aunque no existen relatos escritos de esta aparición sino hasta un siglo más tarde, cuando la veneración a la virgen estaba decayendo en la población y resurgía el culto a Tonantzin o Coatlicue.

La historia que se conoce hoy sobre la Virgen de Guadalupe no aparece hasta 1,649. Es el primer registro escrito y no es más que literatura. Es básicamente una obra literaria conocida como el “Nican Mopohua”, escrita aparentemente por Antonio Valeriano en lengua náhuatl. Aunque Valeriano murió en 1,605, la obrita no fue publicada sino hasta 1,649 para emplearla como instrumento de Catolisación.

Esta narración es parte de una obra mayor llamada “Huey Tlamahuizoltica”, mandada escribir por Luis Lasso de la Vega, vicario de la capilla construida en el Tepeyac y encargado de reformar el culto de los indígenas. Todas estas historias habrían sido urdidas por las mentes de los religiosos católicos con las claras intenciones de doblegar los ritos milenarios de los Mexicas o suplantarlas por ritos católicos.

En suma, de toda esa fabulosa historia solo hay este librito de 1,649 y el manto pintado en la década de 1,550 por Marcos Aquino, y restaurado innumerables veces. El resto es cuento. Se han armado una cantidad innumerable de embustes alrededor de la pintura, como el que sus pupilas miradas de cerca contienen figuras humanas, y otras cosas aún más absurdas y delirantes que esas.

La fuerza que tienen las creencias populares solo es comparable con su irracionalidad. Una vez que se ha establecido un credo, se empiezan a construir toda clase de mitos alrededor de él, edificando un castillo de falacias hermosas.

Por una herencia étnica, los mexicanos son muy adoradores. La cantidad de cultos mexicanos es tan amplia que incluyen hasta la “Santa Muerte”, un culto que por ahora la Iglesia Católica no avala, pero que ya lo hará porque todo lo que deja dinero le conviene. Lo malo es que toda esa herencia de mitos irracionales y costumbres bárbaras de adoración se ha extendido por todo Latinoamérica. Por eso debemos hacer algo por detenerlo.

Que el corazón del Cielo y de la Tierra, el Creador y Formador y abuela Tonantz’in ilumine y bendiga a todos nuestros hermanos de México y que pronto regrese la verdadera espiritualidad Mexica, Azteca y mesoamericana es nuestra deseo.

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