Knorosov, la escritura jeroglífica de los Mayas

Esta sencilla exposición sobre la capacidad creadora de LOS MAYAS no estaría completa si no agregáramos un comentario de los trabajos que se han hecho para descifrar la escritura jeroglífica de los mayas. Durante casi cinco siglos la escritura sagrada de los mayas fue un enigma, y se llegó a creer que jamás se encontraría la clave para leerla.

No se veía en el horizonte a ningún mayista que pudiera hacer con los GLIFOS MAYAS la hazaña que Champollion realizó con los jeroglíficos Egipcios. Y no se veía quizá porque estaba muy lejos, allá en la entonces Unión Soviética, donde trabajaba arduamente el lingüista Ucraniano Yuri Valentinovich Knorosov.

Este insigne mayista había empezado a interesarse en la escritura de LOS MAYAS justamente en 1945, a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército Ruso se apoderó de Berlín. Knorosov tenía entonces 21 años de edad y era soldado del Ejército Rojo. «Participaba de la toma de Berlín cuando descubrió que [los soldados] estaban vaciando la gran Biblioteca Nacional de la capital alemana y que los libros eran empacados en cajas para su traslado.

Al acercarse encontró los ejemplares de [fray Diego de] Landa [Relación de las cosas de Yucatán] y [una reproducción de los códices mayas hecha por] los [hermanos Guatemaltecos Antonio y Carlos] Villacorta, y comenzó su lucha por hacer factible lo imposible». Ése fue el preciado botín de guerra que le tocó a Knorosov: iban en su alforja las semillas del PENSAMIENTO MAYA y él estaba destinado a ser el descubridor del engranaje de su expresión escrita.

Años después, en el Instituto Etnográfico de Leningrado (hoy San Petersburgo), y con el gran inconveniente de no poder viajar a México o a Centroamérica, se dedicó a buscar la clave para el desciframiento de los GLIFOS MAYAS. Sus estudios encontraron la recia oposición del Británico Eric J. Thompson, considerado en esos años la máxima autoridad en estudios mayas, quien rechazó todo lo que Knorosov propuso, por el solo hecho de «considerarlo comunista».

Sin embargo, algunos investigadores de Harvard siguieron las pistas que Knorosov había descubierto; aunque modificando algunos conceptos esenciales. Knorosov no estuvo de acuerdo con ellos y, en una visita que hizo a México (1995) dijo «que no podía estar de acuerdo ‘ni por cortesía’ con las interpretaciones de los Estadounidenses, porque la escritura maya, ‘como cualquier otra escritura del mundo tiene sus reglas lingüísticas severas y el problema es que ellos han sido poco rigurosos. Han interpretado los signos por separado en lugar de hacer lecturas de textos mayas absolutamente comprensibles.’».

En 1991 viajó por primera vez a Guatemala, donde el gobierno de ese país le otorgó la Orden del Quetzal. En 1994 el gobierno Mexicano le entregó la Orden del Águila Azteca, la que recibió en la embajada de México en Moscú. Un gran mayista, como lo es Michael D. Coe, cuenta que Thompson le confió un poco antes de morir: «Yo ya no veré los resultados de las investigaciones que se están haciendo sobre LA ESCRITURA DE LOS MAYAS; pero usted vivirá aún y se dará cuenta de quién tuvo la razón: Si ese maldito Ruso o yo». Hoy todos sabemos que ganó «ese bendito Ruso».

Decía Knorosov: «LO CREADO POR UNA MENTE HUMANA PUEDE SER RESUELTO POR OTRA MENTE HUMANA»; es decir, Knorosov jamás creyó en la imposibilidad del desciframiento, y luchó contra la dificultad natural del enigma y contra los obstáculos que deslealmente le pusieron enfrente Thompson y su grupo. Hay una frase del gran poeta norteamericano Edgar Allan Poe que puede aplicarse a la firme convicción del sabio Knorosov: «Pocas personas pueden creer que es difícil inventar un método de escritura secreta que desafíe la investigación. Sin embargo, puedo asegurar que el ingenio humano no puede crear un cifrado que el ingenio humano no pueda descifrar».

Desafortunadamente, nadie se interesó en Guatemala y México por publicar los resultados de su trabajo, aunque tuvo aún la satisfacción en sus últimos días de saber que el grupo Xcaret y la Universidad de Quintana Roo editarían su grandiosa obra. Knorosov estuvo al tanto vía correo electrónico de los avances del primer tomo de los dos que se programaron.

El ejemplo del investigador Ruso es aleccionador: «A miles de kilómetros de distancia aprendió español y trabajó en silencio con la compañía que pueden brindar un gato, una concentración y una taza de café. Si bien sus aportaciones son ‘insuperables’, Knorosov murió solo –a causa de un derrame cerebral y una neumonía que contrajo al permanecer varios días en [el] pasillo helado [de un hospital]– y fue enterrado en un antiguo basurero de San Petersburgo [antes Leningrado]».

Para las naciones que hoy están asentadas en el área cultural que Kirchhoff llamó Mesoamérica, es un orgullo conmemorar el grandioso pasado del PUEBLO MAYA y de las culturas que le sirvieron de soporte.

Saber que los mayas fueron capaces de desarrollar un sistema de numeración con EL CERO COMO INVENCIÓN BÁSICA, y QUE ESCRIBIERON EN LAS ESTELAS PÉTREAS SU HISTORIA, SU COSMOGONÍA Y LOS ACONTECERES DE SU VIDA COTIDIANA, DEBE SERVIR PARA RECUPERAR LA CONFIANZA EN LA CAPACIDAD INTELECTUAL DE NUESTROS PUEBLOS.

Para: WWW.MAYATECUM.COM la fuente de los verdaderos Mayas.

Arturo Corzo Gamboa Asesor de la Unidad UPN 094

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NOTAS:

1 Alberto Ruz Lhuillier, La civilización de los antiguos mayas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974, p. 89.

2 Juan Tonda y Francisco Noreña, Los señores del cero. El conocimiento matemático en Mesoamérica, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/PanGea Editores, 1991, pp. 27-29.

3 Sylvanus G. Morley, La civilización maya, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, p. 252.

4 Tonda y Noreña, op. cit., p. 22.

5 Miryam Audiffred, «Lo creado por una mente humana puede ser resuelto por otra, decía Knorosov», en La Jornada de en medio, viernes 16 de junio de 2000, p. 8 a.

6 Adriana Malvido, «Murió Knorosov, artífice de la clave para descifrar glifos mayas», en La Jornada, jueves 1 de abril de 1999, p. 3.

7 Ibidem.

8 Ibidem.

9 Edgar Allan Poe, cit. en José Antonio de la Peña, Álgebra en todas partes, México, Secretaría de Educación Pública/Fondo de Cultura Económica/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, (Col. «La ciencia para todos», 166), 1999, p. 87.

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